Relación de confianza dentista – paciente
El momento de ir al dentista no siempre es fácil para muchos pacientes. Hay incluso que tienen miedo de la consulta (lo que se conoce como odontofobia) por múltiples razones.
Sin embargo, esta situación está cambiando y la relación dentista-paciente se caracteriza cada vez más por un clima de confianza entre los dos.
Sin duda, lo más importante es mantener esta confianza a lo largo del tiempo. Y el primer paso en la relación dentista-paciente lo tiene que dar el profesional en la primera visita. Al fin y al cabo, no sólo es quien tiene que averiguar qué le pasa al paciente; también tiene que comunicar con lenguaje cercano y sencillo para que éste lo entienda.
Otra de las claves para el dentista está en saber desarrollar una gran capacidad motivadora. Gracias a la motivación, conseguirá que el paciente se marque un objetivo, que es recuperar la salud de su boca, y tenga además una actitud positiva y optimista para lograrla.
Cada persona que compone el equipo clínico dental cuenta con unas capacidades únicas y propias que ayudan a formar un equilibrio perfecto entre todos los miembros de nuestras clínicas dentales.
Y aunque cada tarea y competencia está perfectamente definida (auxiliares, recepcionistas, higienistas, técnicos de laboratorio, odontólogos, etc.) la coordinación y colaboración en todos los aspectos de la clínica por parte de todos los miembros del equipo es fundamental para el éxito final del tratamiento. Todos tienen su función, pero no son ajenos a lo que pasa en el resto del tratamiento del caso a solucionar.
El trabajo de ganarse la confianza del paciente por parte de nuestros odontólogos, auxiliares y otros trabajadores hace posible un ambiente ameno y relajado, pero a su vez comprometido y serio.
Hoy en día, en la sociedad actual, la imagen y el concepto del odontólogo han ido cambiando con el tiempo, se han hecho grandes adelantos científicos, se ha mejorado la técnica de ejecución de los tratamientos, los equipamientos se han modernizado y los materiales se han vuelto mucho más estéticos. Todos estos aspectos ayudan a establecer las bases de una mejor relación paciente-dentista. Pero si se deja de banda el trato humano, la relación cercana y la empatía, entonces todos estos adelantos no servirán para nada.
Me gusta pensar que ser «el dentista de confianza» de algunos de los pacientes a los que trate, es una cosa que tiene mucho más valor de lo que podría parecer. Para un dentista, el hecho de saber que un paciente confía en él le permite realizar los diagnósticos y tratamientos de una manera más sosegada, sin estrés ni condiciones, y por lo tanto, de mejor calidad. Más todavía, la relación dentista-paciente se basa en la confianza y ésta, a su vez, en la ética.
Confiar en el dentista hoy en día parece una cosa sencilla. Los medios generan en el consumidor una respuesta natural de confianza, pero se trata de una sensación «publicitaria», una falsa confianza, que no está basada en hechos. Cuando hablamos de confianza, siempre nos referimos a una confianza informada, el profesional tiene que darle al paciente la información sobre su estado bucal y sobre cómo solucionar su problema. El paciente tiene que confiar en el dentista tomando una decisión informada, aconsejado por el profesional.
Es posible que se acabe desarrollando una amistad con el odontólogo después de meses (o años) de consultas. Pero no tiene por qué ser así necesariamente. Simplemente puede establecerse una relación dentista-paciente similar a la de un profesor con el alumno.
Yo lo tengo muy claro, además de odontólogos profesionales, somos personas, y el paciente también lo es, por lo que nos merecemos un trato humano cordial recíproco, esto genera confianza. Es una máxima que tengo siempre presente.